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Hace 6 años (septiembre de 2017) Celsia, empresa de energía del Grupo Argos, construyó su primera granja solar a gran escala en Colombia, de 9,8 MW y 35 mil paneles, ubicada en Yumbo, para lo cual se requirió de pilotos y proyectos a menor escala durante 4 años, para que ese gran hito de país fuera una realidad; es decir, que la compañía lleva 9 años impulsando la generación fotovoltaica.

En términos de energía física, el mundo depende del petróleo, carbón, gas natural y combustibles nucleares, abundantes en teoría, pero finitos en su totalidad. Las coyunturas económicas y geopolíticas ligadas al dominio geográfico han generado en muchos países la necesidad de una transición paulatina hacia el uso de recursos energéticos con características renovables que al mismo tiempo aporten beneficios al entorno natural, respecto a emisión de gases y cambio climático presentes en el planeta.

Resumen

Este documento presenta el estado actual de manera general de las energías renovables en Colombia, partiendo del Objetivo de Desarrollo Sostenible número siete, aunado a unas proyecciones direccionadas a la innovación, el avance tecnológico y las vías de implementación de las energías renovables que conllevan a unas reflexiones que se condensan en las tendencias que se aprecian a mediano plazo, en lo concerniente al hidrógeno verde, respuesta de la Demanda, sistemas de medición avanzada, Smart Grids y el marco regulatorio adecuado para el desarrollo de los mismos.

Preocupa que el Gobierno Nacional, en lugar de descartar de plano un posible racionamiento con el espejismo de los embalses rebosados, no esté tomando medidas de contingencia para conjurarlo. Se debería estar monitoreando el comportamiento del Sistema y sus agentes en toda la cadena, para no llevarse sorpresas, pues es bien sabido que varias centrales de generación térmica en este momento no son operativas.

Esta edición dedicada al tema de las energías renovables, nos deja varias reflexiones y cuestionamientos. En primer lugar, con respecto a la disponibilidad de energías renovables, sin duda alguna, Colombia es uno de los países no solo del continente americano sino del mundo entero con mayor potencial, goza de grandes riquezas tanto de recursos hídricos como solares y eólicos. De hecho, como lo comenta la presidenta ejecutiva de SER Colombia, Alexandra Hernández Saravia, el potencial de generación solar es de 32.000 MW, además de 30.000 MW de capacidad eólica. Si fuera posible desarrollar ese potencial y materializarlo en proyectos tangibles como parques de generación, fácilmente Colombia triplicaría su capacidad instalada actual, que es de 18.851,84 MW de potencia, de los cuales el 66% son de origen hídrico y 32% de origen térmico.

La generación hidroeléctrica es por naturaleza una de las principales formas de energía limpia, sin embargo, nuestro país desde siempre ha sido hidrodependiente en materia de generación eléctrica, lo cual nos ha costado caro en el pasado, como ocurrió en el año 1992 y recientemente en 2015, ambos episodios por los efectos del fenómeno del Niño.

Ante esta realidad, lo ideal es seguir caminando hacia una transición energética, donde el país gradualmente vaya dejando atrás esa hidrodependencia y le apunte más bien a la generación de energía con base en otros recursos como los que brindan la calidad de los rayos solares y los vientos de los cuales goza Colombia a lo largo y ancho de su geografía.

Vale la pena tener presente que, después de tres años donde el fenómeno de “La Niña” ha sido el protagonista, los pronósticos aseguran que, a partir del próximo mes de junio, la temporada seca será la constante por un buen periodo de tiempo; el “Niño” que después de mes y medio de hacerse notar, pondrá en vilo la capacidad de los embalses, la disponibilidad energética y de paso impactará las tarifas de energía eléctrica, con más severidad de lo que hemos visto hasta el momento.

Es aquí donde vienen los inconvenientes y las preocupaciones que han salido a flote, particularmente desde mediados del año pasado, con las políticas del gobierno del cambio. Si bien todos los males no se le pueden atribuir al actual gobierno, porque ya se venían dando algunos tropiezos en materia energética desde el anterior cuatrienio, es innegable que en los casi 9 meses de gestión de Gustavo Petro, se han venido presentando todavía más inconvenientes y retrasos, una especie de “palo en la rueda” al desarrollo energético del país.

Si bien la intención del presidente de los colombianos es acertada en el sentido de apostarle a la generación de energía limpia, en concordancia con el compromiso mundial de mitigar el cambio climático, las medidas y directrices que viene dando definitivamente no han sido las más apropiadas, toda vez que ponen en vilo la seguridad energética y el crecimiento económico; al mismo tiempo, denotan improvisación, desconocimiento, y hasta la evidencia de un permanente “teléfono roto” al interior del propio gobierno.

Los caprichos y frecuentes equivocaciones de la ministra Irene Vélez le han valido las críticas y contraposiciones de sus coequiperos, entre ellos, el ministro de hacienda José Antonio Ocampo, la ministra de agricultura Cecilia López, el presidente del senado Roy Barreras, por mencionar solo algunos. Sin olvidar que una de las primeras en levantar la mano para sentar su voz de protesta fue la ex viceministra Belizza Ruiz, quien dejó su cargo a comienzos de este 2023, por las discrepancias con la titular de la cartera, debido a su desacuerdo por la falta de criterio técnico e incoherencia en el manejo del sector.

Es momento de insistir en que, si bien Colombia no puede ser ajena a los impactos del cambio climático, tampoco puede sacrificar su seguridad energética cuando está asumiendo responsabilidades del impacto del calentamiento global al mismo nivel de los principales causantes del daño: China, Estados Unidos, India, Rusia y Japón, responsables del 62% de las emisiones de CO2 en todo el Planeta.

Colombia se está “dando el látigo” con estas políticas anunciadas por el actual gobierno donde está cerrando de tajo las nuevas posibilidades de exploración y explotación de petróleo y gas de los cuales siempre ha dependido el desarrollo y el crecimiento económico de nuestro país. Sin los recursos provenientes de este sector de hidrocarburos, ¿con qué se van a financiar los proyectos de energía renovables con los que estamos soñando desde hace varios años? ¿Con qué se van a construir nuevas vías, se va a solventar la salud, la educación y los demás sectores que dependen de dichos recursos?

La intención de sopesar la economía del país en otros sectores como por ejemplo el turístico, que apenas está dando pasos y enfrentando sus propias dificultades (como es bien sabido ante el descalabro de algunas aerolíneas y las políticas económicas vigentes), es otro de los espejismos del actual gobierno, una buena intención que se convierte en un “algodón de azúcar”, lejos de ser en realidad el músculo de desarrollo robusto y certero que el país necesita para salir adelante.

Ante este panorama, no dejan de preocupar las señales que está dando el gobierno con sus recientes anuncios en materia de tarifas y de medidas regulatorias. Como dice nuestro articulista y ex Ministro Amylkar D. Acosta Medina, “la CREG está desmantelada y sin capacidad de actuar”, y esto lo único que genera es incertidumbre, dentro y fuera del país, manda señales equivocadas a los inversionistas, quienes venían entusiasmados en aprovechar sus capitales en Colombia para el desarrollo de nuevos proyectos.

De paso, esas señales desacertadas, impactan el desarrollo, expansión y fortalecimiento del sistema de transmisión nacional. Y tal como lo interpreta el presidente del grupo de energía de Bogotá, Juan Ricardo Ortega, “Sin transmisión no es posible la transición energética”.

En conclusión, esta edición nos pone a reflexionar en lo siguiente: la riqueza y el potencial de Colombia en recursos para generación de energías renovables es muy grande, pero ante la terquedad del actual gobierno, resultan insuficientes para ofrecerle al país un panorama certero en materia de seguridad energética, en el mediano y largo plazo.

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