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Esta edición dedicada al tema de las energías renovables, nos deja varias reflexiones y cuestionamientos. En primer lugar, con respecto a la disponibilidad de energías renovables, sin duda alguna, Colombia es uno de los países no solo del continente americano sino del mundo entero con mayor potencial, goza de grandes riquezas tanto de recursos hídricos como solares y eólicos. De hecho, como lo comenta la presidenta ejecutiva de SER Colombia, Alexandra Hernández Saravia, el potencial de generación solar es de 32.000 MW, además de 30.000 MW de capacidad eólica. Si fuera posible desarrollar ese potencial y materializarlo en proyectos tangibles como parques de generación, fácilmente Colombia triplicaría su capacidad instalada actual, que es de 18.851,84 MW de potencia, de los cuales el 66% son de origen hídrico y 32% de origen térmico.

La generación hidroeléctrica es por naturaleza una de las principales formas de energía limpia, sin embargo, nuestro país desde siempre ha sido hidrodependiente en materia de generación eléctrica, lo cual nos ha costado caro en el pasado, como ocurrió en el año 1992 y recientemente en 2015, ambos episodios por los efectos del fenómeno del Niño.

Ante esta realidad, lo ideal es seguir caminando hacia una transición energética, donde el país gradualmente vaya dejando atrás esa hidrodependencia y le apunte más bien a la generación de energía con base en otros recursos como los que brindan la calidad de los rayos solares y los vientos de los cuales goza Colombia a lo largo y ancho de su geografía.

Vale la pena tener presente que, después de tres años donde el fenómeno de “La Niña” ha sido el protagonista, los pronósticos aseguran que, a partir del próximo mes de junio, la temporada seca será la constante por un buen periodo de tiempo; el “Niño” que después de mes y medio de hacerse notar, pondrá en vilo la capacidad de los embalses, la disponibilidad energética y de paso impactará las tarifas de energía eléctrica, con más severidad de lo que hemos visto hasta el momento.

Es aquí donde vienen los inconvenientes y las preocupaciones que han salido a flote, particularmente desde mediados del año pasado, con las políticas del gobierno del cambio. Si bien todos los males no se le pueden atribuir al actual gobierno, porque ya se venían dando algunos tropiezos en materia energética desde el anterior cuatrienio, es innegable que en los casi 9 meses de gestión de Gustavo Petro, se han venido presentando todavía más inconvenientes y retrasos, una especie de “palo en la rueda” al desarrollo energético del país.

Si bien la intención del presidente de los colombianos es acertada en el sentido de apostarle a la generación de energía limpia, en concordancia con el compromiso mundial de mitigar el cambio climático, las medidas y directrices que viene dando definitivamente no han sido las más apropiadas, toda vez que ponen en vilo la seguridad energética y el crecimiento económico; al mismo tiempo, denotan improvisación, desconocimiento, y hasta la evidencia de un permanente “teléfono roto” al interior del propio gobierno.

Los caprichos y frecuentes equivocaciones de la ministra Irene Vélez le han valido las críticas y contraposiciones de sus coequiperos, entre ellos, el ministro de hacienda José Antonio Ocampo, la ministra de agricultura Cecilia López, el presidente del senado Roy Barreras, por mencionar solo algunos. Sin olvidar que una de las primeras en levantar la mano para sentar su voz de protesta fue la ex viceministra Belizza Ruiz, quien dejó su cargo a comienzos de este 2023, por las discrepancias con la titular de la cartera, debido a su desacuerdo por la falta de criterio técnico e incoherencia en el manejo del sector.

Es momento de insistir en que, si bien Colombia no puede ser ajena a los impactos del cambio climático, tampoco puede sacrificar su seguridad energética cuando está asumiendo responsabilidades del impacto del calentamiento global al mismo nivel de los principales causantes del daño: China, Estados Unidos, India, Rusia y Japón, responsables del 62% de las emisiones de CO2 en todo el Planeta.

Colombia se está “dando el látigo” con estas políticas anunciadas por el actual gobierno donde está cerrando de tajo las nuevas posibilidades de exploración y explotación de petróleo y gas de los cuales siempre ha dependido el desarrollo y el crecimiento económico de nuestro país. Sin los recursos provenientes de este sector de hidrocarburos, ¿con qué se van a financiar los proyectos de energía renovables con los que estamos soñando desde hace varios años? ¿Con qué se van a construir nuevas vías, se va a solventar la salud, la educación y los demás sectores que dependen de dichos recursos?

La intención de sopesar la economía del país en otros sectores como por ejemplo el turístico, que apenas está dando pasos y enfrentando sus propias dificultades (como es bien sabido ante el descalabro de algunas aerolíneas y las políticas económicas vigentes), es otro de los espejismos del actual gobierno, una buena intención que se convierte en un “algodón de azúcar”, lejos de ser en realidad el músculo de desarrollo robusto y certero que el país necesita para salir adelante.

Ante este panorama, no dejan de preocupar las señales que está dando el gobierno con sus recientes anuncios en materia de tarifas y de medidas regulatorias. Como dice nuestro articulista y ex Ministro Amylkar D. Acosta Medina, “la CREG está desmantelada y sin capacidad de actuar”, y esto lo único que genera es incertidumbre, dentro y fuera del país, manda señales equivocadas a los inversionistas, quienes venían entusiasmados en aprovechar sus capitales en Colombia para el desarrollo de nuevos proyectos.

De paso, esas señales desacertadas, impactan el desarrollo, expansión y fortalecimiento del sistema de transmisión nacional. Y tal como lo interpreta el presidente del grupo de energía de Bogotá, Juan Ricardo Ortega, “Sin transmisión no es posible la transición energética”.

En conclusión, esta edición nos pone a reflexionar en lo siguiente: la riqueza y el potencial de Colombia en recursos para generación de energías renovables es muy grande, pero ante la terquedad del actual gobierno, resultan insuficientes para ofrecerle al país un panorama certero en materia de seguridad energética, en el mediano y largo plazo.

En esta edición, es imposible mantenernos ajenos a lo que está ocurriendo en el sector energético de Colombia, pues como decía nuestro articulista y eminente maestro, el Ing. Renato Céspedes (q.e.p.d.) ´la energía es el desarrollo de los pueblos´.

Pues hoy, ese desarrollo en Colombia, está pisando terrenos peligrosos que hace décadas había superado, cuando el sector se repuso de la crisis del ´apagón del 92´ y empezó a encaminarse dentro de los marcos regulatorios de las leyes, Eléctrica (142) y de Servicios Públicos (143) de 1994.

Hoy, estamos viendo un contraste entre la forma como nos ven desde afuera, lo que ocurre al interior de nuestro territorio y la realidad hacia dónde vamos. De la investigación de esta edición, me llama poderosamente la atención el más reciente informe de la Agencia Internacional de Energía. Según los autores del documento, dentro de los países de Latinoamérica, Colombia sería uno de los de mayor crecimiento en materia eléctrica, entre 2023 y 2025, por encima de Perú y Argentina, con un protagonismo de las energías renovables en su matriz energética, casi por encima del promedio de la misma región.

En contraste con lo anterior, los inversionistas están poniendo el ´freno de mano´ y considerando seriamente si, invertir sus capitales en proyectos eléctricos de Colombia, es lo más adecuado; esto, debido a los abruptos cambios que se han dado en los meses de gestión del gobierno de Gustavo Petro, los cuales no ofrecen suficientes garantías a estos actores. Por un lado, las grietas al interior del mismo gobierno, evidencian la falta de unidad en el lenguaje dentro de los eslabones ministeriales; no hay una coherencia entre la realidad de los análisis técnicos (sobre las capacidades y conveniencias para el país, basadas en los recursos energéticos) y los anuncios de la propia ministra Inés Vélez, muchas veces apresurados y carentes de argumentos, en escenarios nacionales y foráneos.

Por otro lado, medidas como el Decreto 0227 del 16 de febrero de 2023, que facultaba al Presidente Petro, inicialmente por tres meses, para asumir las funciones de las comisiones de regulación de servicios públicos, entre ellas la CREG, generan una gran incertidumbre de, hacia dónde va en país, por lo menos en lo referente a temas energéticos. Cabe aclarar que el 2 de marzo, el Consejo de Estado decretó medidas cautelares de urgencia, con las cuales suspendió provisionalmente los efectos jurídicos del mencionado Decreto, devolviéndole a la CREG sus facultades, hasta tanto dicho tribunal supremo resuelva de fondo una demanda de nulidad interpuesta por dos ciudadanos, quienes argumentan que el decreto se expidió irregularmente.

Hace un año, se vislumbraba un escenario más claro, basado en una transición energética más sólida, argumentada y enfocada. Hoy, esa claridad se ha ido nublando con los anuncios apresurados y por qué no decirlo, en tonos dictatoriales, sobre políticas de frenar la exploración de hidrocarburos, de no conceder nuevos contratos y hasta de pensar en importar gas de Venezuela. Esa postura caprichosa, en verdad pone en vilo, no solo la transición sino la estabilidad energética del país.

Esta edición de MUNDO ELÉCTRICO, para cierre de año 2022, la hemos reservado a la Eficiencia Energética, a manera de balance y concatenación de los temas que hemos abordado en el transcurso de nuestras cinco ediciones anteriores.

La Transición Energética, las energías renovables, la recuperación postpandemia, entre otros, han sido el plato fuerte de nuestras ediciones en 2022, temas que nos llevan a vislumbrar cómo será el año que está por comenzar, en materia energética, tanto para Colombia como para el resto del Planeta. Ante este panorama, debemos empezar por recordar qué es la eficiencia energética para analizar qué tan “eficientes” hemos sido y a qué le debemos apuntar.

El concepto de eficiencia energética se refiere a la capacidad de obtener los mejores resultados en cualquier actividad, empleando la menor cantidad posible de recursos energéticos. Si nos ajustamos a estos parámetros, podremos reducir el consumo de cualquier tipo de energía y al mismo tiempo las posibles afectaciones ambientales.

Con base en este concepto y revisando un poco la historia, por lo menos en lo que respecta a Colombia, el columnista Amylkar Acosta Medina, nos recuerda que los episodios de racionamientos eléctricos vividos en el país, han tenido siempre su origen en el atraso en la ejecución de proyectos claves.

Sin ir tan lejos, es lo que hemos padecido recientemente con los desafortunados eventos de Hidroituango. Apenas, el pasado 30 de noviembre, Daniel Quintero Calle, alcalde de Medellín y Jorge Andrés Carrillo Cardoso, gerente general de EPM, anunciaron en rueda de prensa que las unidades 1 y 2 por fin cumplieron todos los requisitos para que el megaproyecto más esperado de los últimos tiempos, y del que depende la estabilidad energética nacional, arranque su operación comercial.

Y aunque los funcionarios antioqueños hicieron el anuncio mencionándolo como un “histórico logro”, cuando no se tiene la certeza de saber si las unidades restantes (de la 3 a la 8), entren en operación dentro de los tiempos previstos en el cronograma, es cuando debemos revisar y desmenuzar, nuevamente el concepto de Eficiencia Energética para preguntarnos qué tan eficientes hemos sido y a qué nos atenemos:

  • ¿Sí estamos obteniendo los mejores resultados?
  • ¿Sí estamos empleando la menor cantidad posible de recursos energéticos, después de tantos altibajos y costos que implican los megaproyectos cuando por diversas razones se salen de los cronogramas y el remedio es más caro que la enfermedad?
  • ¿Si estamos reduciendo las posibles afectaciones ambientales?

Este editorial es para poner a reflexionar al país, al Gobierno Nacional, al Ministerio de Minas y Energía, a las empresas y responsables del sector, porque el temor de seguir dependiendo de los megaproyectos hidroeléctricos, como lo hemos vivido por más de un siglo, continúa poniendo en riesgo la estabilidad energética nacional.

Si bien la Ciberseguridad tiene desde hace algunos años una columna en nuestra revista, es la primera vez que Mundo Eléctrico le dedica una edición especial, que a propósito hemos hecho coincidir para este mes, con motivo del Día Internacional de la Seguridad Informática, el cual se celebra desde 1988, el 30 de noviembre, por disposición de la Association for Computing Machinery (ACM).

Y es que este tema ha venido ganando tanto protagonismo que cada vez es más frecuente escuchar en la jerga popular y en los noticieros, los términos “Ciberseguridad”, “Ciberataques”, y “Cibrecriminales”, entre otros.

Sin embargo, revisando la historia de la ciberseguridad, este tema del que mucho se habla y poco se conoce, tiene sus inicios desde hace más de un siglo, pues en 1903 surgió el primer “hacker”, Nevil Maskelyne, identificado por la revista New Scientist, como el personaje que saboteó una prueba de comunicaciones del pionero de la radio Guglielmo Marconi y del físico John Ambrose Fleming. Esa fascinante historia la reseñamos en esta edición, en nuestra sección PERFILES.

De manera más oficial, la Ciberseguridad se empieza a abordar en los últimos 20 años del siglo XX, especialmente con el vertiginoso desarrollo de la Internet. Desde esas décadas hasta nuestros días, el avance ha sido bastante acelerado y se ha hecho más visible, particularmente durante y después de la pandemia Covid 19.

…Incluso, me atrevo a afirmar que la emergencia sanitaria que impactó al Planeta entero con rigor en 2020 y 2021, marcó un antes y un después en este campo de la seguridad de la información, pues el confinamiento masivo implicó nuevos retos en materia de Ciberseguridad.  Si bien, es un tema que ha venido madurando tanto en materia tecnológica como en estructuración de normatividad y reglamentación, no se ha escapado a los sabotajes que también son cada vez más sofisticados, pues como dicen: “hecha la regla, hecha la trampa”.

La Ciberseguridad, se ha convertido en una necesidad para, las empresas, las industrias, los gobiernos y para los ciudadanos de a pie. Es prácticamente un requisito desde tomar un autobús, pagar un servicio público, una entrada a cine, tomar una clase, hacer cualquier tipo de trámite, hasta sacar una cita médica, recibir un tratamiento de salud especializado, comunicarse virtualmente a través de las plataformas digitales, conectar a los gobiernos, soportar la red eléctrica, ser una herramienta geopolítica, y explorar el universo. Hoy prácticamente todo tiene que ver con la seguridad informática.

Y como en todos los campos siempre hay unos más aventajados que otros, EEUU, Israel, China, llevan la “batuta” en materia de desarrollo de productos tecnológicos; Japón, Canadá y Dinamarca se distinguen por manejar altos niveles de protección, mientras que la Unión Europea y España han avanzado bastante en estrategias, metodologías y normativas.

En contraste, América Latina sufre en la actualidad de un alto volumen de ataques y vulneraciones de seguridad. Como lo confirma el experto en Ciberseguridad, Lic. Bernardino Cortijo Fernández, vocero de INISEG, el Instituto Internacional de estudios en Seguridad Global, a través de un reciente estudio realizado por ese Campus Universitario, la incorporación masiva de los empleados al teletrabajo y de los ciudadanos al uso de redes sociales, videoconferencias, servicios de la administración, etc., ha puesto mucho más atractivo el ciberespacio a los delincuentes.

Para el caso de Colombia, el Presidente de la Cámara Colombiana de Informática y Telecomunicaciones CCIT Alberto Samuel Yohai, nos explica que el país ha tenido de manera continua una evolución en la materia desde el 2011, lo cual nos permite contar ya con una Política de Confianza Digital.

A nivel mundial, nuestro país ocupa el puesto 63, con 29,2 puntos, en el ranking del índice que mide el desempeño de la innovación de 132 economías globales. El liderazgo lo ostenta actualmente Suiza con una puntuación de 64.6 sobre 100, seguido de Estados Unidos (61.8), Suecia (61.6), Reino Unido (59.7), y Países Bajos (58 puntos). Chile es el único país de América Latina que tiene cierta predominancia, ocupando el puesto 50, con 34 puntos.

Con respecto a las redes sociales, el vocero de CCIT también explica que, indudablemente ha existido una evolución desde el punto de vista de la autorregulación y la generación de códigos de buena conducta, muy enfocados a la protección de los usuarios. Sin embargo, aclara que desafortunadamente no existen representaciones legales o jurídicas de estas plataformas tecnológicas en nuestro país para que atiendan de manera oportuna muchas de las incidencias, lo cual es un tema de urgente revisión. También es enfático en decir que los países que no desarrollan normativas internacionales para la persecución de los delitos, terminan convirtiéndose en lugares de acogida de capitales generados como ganancias de un ciberataque, y también en escondite de cibercriminales.

La investigación para esta edición de Mundo Eléctrico, nos ha permitido identificar que el rápido avance de la Ciberseguridad ha dado espacio también al desarrollo educativo de esta materia. Es así como en Colombia, en Latinoamérica y en el mundo, cada día se da apertura a más programas de formación, de alta calidad, ampliación de temas y posibilidades de financiación, para quienes deseen contemplar la seguridad informática como una opción profesional donde hay mucho campo de acción.

Por último, con gran beneplácito reseñamos en esta edición 138, un proyecto que, además de mostrar en su esplendor la utilidad de la ciberseguridad, se convierte en una mega obra que contribuye de manera especial para Colombia y Latinoamérica, en el tratamiento de una condición de salud bastante exigente. Se trata del Centro de Tratamiento e Investigación sobre Cáncer - CTIC, “un Proyecto de talla mundial con talento nacional”, inaugurado el pasado mes de julio en Bogotá por el empresario Luis Carlos Sarmiento Angulo. Esta Fundación sin ánimo de lucro, está dedicada a la atención integral y a la investigación oncológica en Colombia y la región.

CTIC es una realidad materializada en una de las obras de ingeniería y arquitectura más modernas, prestigiosas y prometedoras, de Colombia para el mundo, una esperanza concreta de preservar la vida, a través de tratamientos de última generación para combatir y/o sobrellevar esta enfermedad.

Por quinto año consecutivo, preparamos esta edición especial para nuestros lectores, centrándonos en la Energía Solar, una tecnología que vienen creciendo y ganando protagonismo a pasos agigantados, al punto que ya no tiene rival y ostenta una supremacía entre todas las tecnologías de generación de energía existentes en la actualidad. Esto la perfila como la líder de la transición energética, en Colombia, América Latina y el mundo entero.
A principios de mayo de este año, la capacidad solar instalada del Planeta superó el umbral de 1 TW, cifra reveladora, si se tiene en cuenta que al comenzar 2002, el volumen acumulado conectado a la red había alcanzado los 2 GW; para 2018 la cifra era de 500 GW; en 2020 fue de 772.2 GW; a finales de 2021 fue de 940.0 GW, y para comienzos de 2022 alcanzó los 1.000 GW o 1 TW. Es decir, la energía solar total aumentó más de 500 veces desde el inicio del nuevo milenio.
Los costos de producir un vatio de energía, y de los proyectos en sí, se han reducido y la tendencia sigue a la baja. Entre 2010 y 2019, estos costos cayeron el 82%, poniéndola en evidente ventaja frente a otras fuentes de generación de combustibles fósiles y de otras energías renovables, incluso de la eólica. Anteriormente, la promoción de los proyectos solares sólo era posible a través de subsidios; hoy, el panorama ha cambiado totalmente, y los incentivos están a la orden del día en los nuevos marcos regulatorios de las naciones, tanto de las potencias mundiales como de los países en vía de desarrollo.
Si bien, países como China, Estados Unidos, India, Japón, Australia y Alemania lideran los mercados mundiales de este tipo de generación, el foco de crecimiento para el mediano y largo plazo está en América Latina, un mercado que creció 44% en 2021. Los países de la región están aumentando la diversificación de sus matrices energéticas, mejorando la política y la regulación ambiental, con el fin de acelerar la transición energética y la descarbonización. Los gobiernos latinoamericanos como Brasil, Chile, Colombia, México y Perú, fueron los pioneros en el mundo en realización de subastas eléctricas, un modelo que atrae inversiones y al mismo tiempo acelera el despliegue de proyectos de energía solar fotovoltaica a gran escala. En este contexto, Brasil, es un protagonista indiscutible, pues por primera vez ha entrado al top 10 de los mercados solares más grandes del mundo, proyecta instalar 54 GW para 2026, lo cual lo pondría al nivel de Alemania, el mercado solar más grande de Europa.
Para el caso de Colombia, es de resaltar que ocupa el quinto lugar en el top 10 de los mercados del continente, con el desarrollo de ambiciosos proyectos como La Loma (187 MWdc) y Guayepo (será el parque solar más grande de Sudamérica con 486,7 MWdc). Para finales de 2022 ingresarán 3.000 MW de energía al SIN, la mitad provenientes de parques solares fotovoltaicos, y la capacidad instalada, quedaría conformada así: 50% de energía solar, 22% hídrica, 19% térmica y 9% eólica. Este es un panorama muy esperanzador de crecimiento y desarrollo, para el país y en particular para las familias de las Zonas No Interconectadas, donde llevar energía era casi imposible.

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