La marea verde de las energías renovables no convencionales empezó a encontrar su cauce en Colombia, por fin. El país entendió la necesidad de estas energías para volverse resiliente ante escenarios de baja hidrología, como lo demuestra el hecho de que el gobierno de Iván Duque las haya convertido en una prioridad.
El pasado 13 de marzo, el Ministro de Minas y Energía, Diego Mesa, inauguró en compañía del gobernador de Nariño, Jhon Rojas, nuevos proyectos de energía solar que benefician a 1.166 familias de 6 veredas de Tumaco, quienes cuentan, por primera vez, con energía eléctrica las 24 horas del día.
AES añadirá a su portafolio 2000 MW de generación eólica, solar y baterías. A la fecha, ha logrado la firma de proyectos por más de 720 MW y una inversión esperada de más de 1.000 millones de dólares para su desarrollo.
Mediante investigación aplicada y desarrollo sostenible
Introducción
Colombia tiene una capacidad instalada de 17.202 MW; de esta, el 64% corresponde a generación hidráulica y el 29% a generación térmica, ambos despachados centralmente (XM, 2018). Allí se evidencia que la canasta energética del país es altamente dependiente de dos tipos: hidráulica y térmica.
Las energías renovables han acompañado a la humanidad en su desarrollo. Los molinos de viento para moler granos o bombear agua, la navegación a vela, la utilización del sol para el secado; son algunos de los ejemplos de la utilización de las energías renovables. Sin embargo, desde hace poco más de 200 años, con el comienzo de la revolución industrial, la humanidad tuvo un desarrollo vertiginoso, y la clave de este desarrollo se apoyó en la utilización de combustibles fósiles que, contrariamente al sol y al viento, se puede disponer de ellos cuando se los necesita. Esta capacidad que tienen las energías fósiles de combinar la producción con la necesidad, es lo que ha marcado su uso casi universal hasta ahora.
