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En la actual invasión de Rusia a Ucrania, nos hemos enfrentado a una realidad de alto contenido apocalíptico por estar enmarcado en un escenario nuclear, en donde está en juego la seguridad del Planeta

De nuevo se cierne sobre el Continente Europeo, las sombras de la muerte que se extienden como saliendo del Cenotafio para cubrir con su manto de duelo las lúgubres ciudades de la Ucrania invadida, que suplica al mundo ayuda y protección. Sí, ese es el mundo actual de la Europa Oriental representada en Ucrania que enfrenta una realidad de horror, espantosa e inhumana que afecta la seguridad de nuestras vidas. Situación que ha despertado en todos nosotros una completa solidaridad e incertidumbre, con la angustia de vislumbrar la posibilidad de enfrentar una realidad que se presenta como una verdadera tragedia humana.
Han vuelto nuestros miedos y la angustia de vernos sumidos en una ignominia motivada por el odio y la violencia. Han regresado la conspiración y el desafío nuclear; y la comunión del mundo que fija su mirada hacia aquellos que nos puedan hacer daño. Se plantea, nuevamente, que un holocausto nuclear puede ser muy posible. Por eso, nos parece oportuno hacer una breve descripción de un probable episodio de conflagración nuclear localizado:
La Ojiva que transportaba la bomba Nuclear de 50 Megatones (cada megatón, en poder destructivo, es el equivalente a un millón de toneladas de nitroglicerina) explotó sobre su objetivo, una superficie localizada del Planeta, liberando partículas, radiación, y generando, de inmediato, el hongo radioactivo termonuclear; se alzó sobre la superficie hasta una altura de varios km en la atmósfera y apareció una gigantesca nube cargada de polvo radioactivo, seguido de un viento huracanado, capaz de destruir todo a su paso. No se hicieron esperar las llamas y los incendios. Todo quedó reducido a cenizas.
Sobrevino la oscuridad y el frío y la misma radiación esparcida sobre la atmósfera bloqueó la luz solar, dejando un sector del mundo sumido en tinieblas. La temperatura del océano comenzó a enfriarse en varios grados y gran parte de la superficie terrestre quedó afectada al disminuir su temperatura cercana a cero grados Celsius. Con los incendios, las llamas facilitaron la propagación de la radiación, llegando a sitios lejanos de la zona de impacto. Y de paso, aquellos sitios retirados del objetivo, lo que estuviera en pie, quedaron contaminados por radiación. La bola de fuego contribuyó hasta en un 80% en la exterminación de los habitantes. La fotosíntesis desapareció y no se volvería a producir, eliminando en pocos días, cualquier vestigio de vida vegetal y animal. Las personas que lograron sobrevivir, quedaron sometidas al padecimiento doloroso del calor de la radiación y cuya muerte, con alto sufrimiento, sobrevino por envenenamiento radioactivo, acompañado de náuseas y la pérdida de los glóbulos blancos de su sangre.
Oh espíritus de los dioses, protégenos de las funestas sombras de la muerte que se desplazan por la superficie del Planeta, destruyendo todo a su paso y desapareciendo a sus pobladores. Oh Zeus que gobiernas el Olimpo, mándanos la fuerza divina para que se detengan las acciones de los cerebros abominables, irracionales, de todos aquellos que juegan macabramente con los arcanos de la materia y que nos pueden causar daño, sorprendiéndonos con el fin del mundo.
Y tú, Ares, dios de los griegos, que conviertes los cadáveres en personas, devuelve los muertos de esta guerra fratricida entre naciones hermanas. El mundo ha quedado estupefacto por el número de muertos y la gran cantidad de desplazados, hasta ahora.
Él es de rostro inexpresivo, de fuerte y fría mirada y, sobre todo, una persona aparentemente sin emociones. Es él, es Vladimir Putin, el genotipo de un individuo que no dudaría en tomar decisiones por difíciles y horrorosas que éstas fueran. Además, no tiene Politburó que lo controle.
Palabras de Vladimir Putin difundidas en los medios del mundo: “quien intente interferir con nosotros desde el exterior debe saber que la respuesta será inmediata y conducirá a consecuencias más grandes de la que ninguno de ustedes ha visto jamás en la historia”.

Seguidamente Putin pone al mundo en profunda preocupación al “declarar en alerta sus fuerzas de disuasión nuclear”
Para el mundo en general, Vladimir Putin nos sumerge en un mar de dudas, de desconcierto total, sin lograr, hasta ahora, vislumbrarse hacia dónde nos conducirán los últimos acontecimientos de este conflicto bélico. ¿cómo serán los nuevos cambios geopolíticos? ¿cuál será el final del conflicto? ¿cuál será el rumbo de la humanidad? ¿cuál será la seguridad futura del mundo? Más que parecerse a una tragedia griega, es, ante todo, un profundo drama humano.
En los modelos científicos desarrollados sobre un conflicto nuclear por distintas universidades del mundo, entre ellas Princeton, se establece que, para llegar a una destrucción total del Planeta, no se hace necesario que en la confrontación de los dos bandos utilicen todo su potencial nuclear a fondo. Tan sólo basta una escalonada de pequeñas bombas nucleares localizadas, que como en un juego de ping - pong nuclear, cada bando lanzaría lo suyo, que dependiendo de la magnitud de cada bomba se podría llegar a un escenario escalonado de guerra nuclear, suficiente como para desatar un apocalipsis que condujera a la desaparición de la humanidad, al menos, tal como la conocemos ahora.
El tema de Chernóbil y de otras centrales nucleares en el actual conflicto Ucrania - Rusia, nos ha hecho revivir nuestros miedos por el posible escape de radioactividad y de la preparación posible de un escenario de guerra nuclear, fusionado en un escenario de pesadilla y de terror atómico. La transformación de cambio del conflicto bélico a uno nuclear. Sobrevendría la tercera guerra mundial.
La energía nuclear, como el dios romano Jano, por una cara nos muestra el lado amable y, por el otro, el espectro de la muerte.
Una guerra nuclear se podría originar simplemente con un error de cálculo.
Vivimos padeciendo el cambio climático, en stress ecológico, en una crisis nuclear permanente que nos ha conducido hoy a estar en inminente alerta nuclear. El Planeta vive en un síndrome existencial. Y cada uno de nosotros abrigamos la esperanza de que se impongan la sensatez y la cordura por encima de la brutalidad, del salvajismo, de ese instinto primario, primitivo, que se llama destrucción.
Tememos por el futuro de la Humanidad.

* Carlos Arturo Pérez Ceballos
Ingeniero Electricista Egresado de la Universidad Nacional de Colombia, Manizales. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

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Modificado por última vez en Jueves, 26 May 2022 12:09

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