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La transición energética justa y la encrucijada china

La transición energética justa y la encrucijada china Foto: EPM (https://pbs.twimg.com/media/D2MN7jaWoAE8orp.jpg)

La Transición energética es inatajable, nace de la imperiosa necesidad de enfrentar los desafíos que plantea la emergencia climática, que compromete la supervivencia de la humanidad en el planeta tierra, el único habitable, por lo menos por ahora, razón por la cual no hay plan B, para la “casa común”, que es como lo llama el Papa Francisco. Se trata de migrar desde las energías de origen fósil (petróleo, gas y carbón) hacia las fuentes no convencionales de energías renovables (FNCER) y limpias y de esta manera reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), que son las causantes del cambio climático.

Con la expedición de la Ley 1715 de 2014 y la más reciente 2099 de 2021, Colombia viene dando pasos acelerados para la reconversión de su matriz energética, impulsando los proyectos de generación de energía eólica y solar-fotovoltaica. En el año 2019 tuvieron lugar dos subastas, la primera de cargo por confiabilidad y la segunda de contratos de largo plazo, con las cuales se le dio la largada a esta carrera contra el tiempo para lograrlo.

Y se abrió una tercera subasta que se cerró en octubre, en la que seguramente se firmarán más contratos para generar energía y adicionalmente para el almacenamiento a gran escala de la misma. Dado que el mayor potencial de estas dos fuentes no convencionales está concentrado en La Guajira, 9 de los 11 proyectos de generación asignados y contratados en dichas subastas se desarrollarán y localizarán en la península de La Guajira, al igual que los proyectos de las líneas de transmisión hasta la Estación colectora, localizada en el Municipio de Uribia y de esta hasta conectarse con el Sistema de Transmisión Nacional (STN) en El Paso (Cesar).

Ello le abre a La Guajira y al país una ventana de oportunidad que no se puede desperdiciar, para que el servicio de energía, que es esencial, llegue a más de 400 mil hogares que carecen de él por estar alejadas de las líneas de interconexión eléctrica. Ya no habrá disculpas, entre la dotación de paneles solares y la generación distribuida lo harán posible, dado el carácter modular de sus soluciones que la harán costo-eficientes.

El territorio en donde se instalarán los parques eólicos fue declarado Resguardo indígena del pueblo Wayüu asentado en el mismo. De ello se sigue que las empresas desarrolladoras de dichos proyectos están obligadas, en virtud del Convenio 169 adoptado por la OIT en 1989 a adelantar consultas previas con las comunidades acreditadas para ello por parte del Ministerio del Interior. Se trata de una propiedad colectiva e inalienable y de contera estas comunidades deben ser objeto de un tratamiento diferencial y diferenciado, de tal modo que se respete su hábitat, sus usos y costumbres ancestrales.

A través de la consulta, las empresas interesadas en desarrollar los proyectos deberán llegar a acuerdos en torno a las contraprestaciones y compensaciones que se pacten con las autoridades tradicionales que genuinamente representen a dichas comunidades por la ocupación de su territorio. He venido planteando que la primera y principal de ellas es hacerlas participes de los proyectos en su calidad de socios de los mismos y no de convidados de piedra.

Ello, sin perjuicio de la obligación legal por parte de las empresas de transferirle unos recursos tanto a las comunidades como al municipio en donde se localicen. En efecto, en el Plan Nacional de Desarrollo, que reglamenta la Ley 1715 de 2014, se establece claramente: “para el caso de la energía producida a partir de fuentes no convencionales, cuyas plantas con potencia nominal instalada total supere los 10.000 KW, deberá cancelar una transferencia diferencial equivalente al 1% de las ventas brutas de energía por generación propia, de acuerdo con la tarifa que señale la Comisión de Regulación de Energía y Gas (CREG)”.

Al margen de lo acordado a través de las consultas previas a las comunidades en donde se desarrollen los proyectos de generación basados en las FNCER, las empresas deben cumplir con el Plan de Manejo Ambiental (PMA) que se deriva de la Licencia ambiental expedida por la ANLA para la ejecución de cada uno de los proyectos de energías renovables y el Plan de Gestión Social, para hacerse acreedores a la Licencia social. A mi paso por el Ministerio fui enfático en que esta última no hay entidad alguna que la otorgue, “se la tienen que ganar las empresas con sus buenas prácticas operacionales y el buen relacionamiento con las comunidades”. Si no cuentan con la Licencia social, los proyectos se tornan inviables, porque no puede ser que a las empresas les vaya bien y a las comunidades asentadas en el área de influencia de donde operan les vaya mal.

Esta es una especie de responsabilidad empresarial ampliada (RSEA), en la cual las empresas no se deben limitar a hacer lo mínimo requerido por la Ley sino lo máximo posible. Como afirma el profesor Michael Porter, “las empresas deben volver a conectar el éxito de la empresa con el progreso social”. En suma, nosotros abogamos por una Transición energética justa, que sea incluyente, social y ambientalmente sostenible. Por ello, hemos venido insistiendo en la necesidad de territorializar la Transición energética.

La encrucijada china

Foto: Asia News

Se viene incubando una crisis energética de grandes proporciones a nivel global, la cual tiene como trasfondo la emergencia climática. Esta se originó en el exacerbamiento y las mayores concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera, siendo el principal de ellos el dióxido de carbono (CO2), aumentando la probabilidad de que se desaten fenómenos meteorológicos extremos de inviernos más fríos y veranos más calurosos.

Como es bien sabido, la principal fuente emisora de GEI son las energías de origen fósil provenientes especialmente del carbón, el petróleo y el gas natural, las cuales participan con el 80% de la matriz energética global. Se destaca la generación de electricidad con el 21.3% de las emisiones como el mayor responsable de las mismas.

Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), las emisiones de GEI provenientes de las centrales de generación de energía eléctrica fogueadas con carbón representan el 41% de la totalidad de las emisiones del sector eléctrico. Por ello, plantea el investigador del reputado Instituto Climate Analytics de Alemania que dichas plantas generadoras “deben desaparecer de aquí a un par de décadas”. Según él, ello significaría cerrar dos centrales de generación a carbón cada tres semanas en la Unión Europea o una por semana en China.

Hoy por hoy, China con el 53% tiene la mayor participación en el mundo de generación eléctrica a partir del carbón y paradójicamente es, a la vez, el mayor fabricante del mundo de paneles solares, turbinas eólicas y vehículos eléctricos, así como el mayor mercado para los mismos. No es de extrañar, entonces, que China sea el principal consumidor de carbón térmico del mundo.

Y, aunque el 90% de su aprovisionamiento de este mineral es local, debido a una serie de medidas del gobierno que preside Xi Jinping, su extracción ha mermado y los inventarios resultan insuficientes para satisfacer la demanda. En efecto, China está ante una gran encrucijada: una gran demanda de energía, al tiempo que las restricciones medioambientales impuestas, afectando la producción de carbón y al consumo del mismo, para cumplir con la meta de descarbonización, alineada con el Acuerdo de París, son señales contradictorias que entran en un conflicto no resuelto.

Según analistas de Morgan Stanley, “el bajo inventario de los productores independientes de energía ha impulsado rápidamente la demanda de almacenamiento de carbón, lo que ha provocado picos de precios del carbón en un período estacionalmente débil”.

Cabe destacar que, en seis de los más importantes grupos generadores de electricidad chinos, sus inventarios han bajado un 31.5% respecto al 2020, que fue un año atípico por la pandemia y se encuentran en niveles que no se habían registrado desde 2017. Es tal el desespero que, según el Consejo de Electricidad de China, las empresas están dispuestas a comprar el carbón que requieren con urgencia a “cualquier precio, para garantizar la calefacción y la generación de energía en invierno”. En efecto, la presión de la demanda ha empujado los precios del carbón térmico a alzas que superan el 300%, cotizándose hasta los US $166 la tonelada. Y ello ocurre en momentos en los que la economía china salía del letargo provocado por la pandemia y el ritmo de su crecimiento en el primer semestre de este año registró el 12.7%. La incapacidad de satisfacer la demanda de energía amenaza con dar al traste con la reactivación de su economía, expuestas como están a cortes de suministro y racionamiento del servicio de energía, su aparato productivo.

Y no hay que olvidar que China, pese a los recientes avatares y desencuentros con la administración Trump y su nacionalismo ultramontano, sigue siendo la fábrica del mundo. De modo que el impacto de esta parálisis de la actividad productiva está repercutiendo en el resto del mundo, empezando por la Unión Europea, que es donde primero se ha sentido la disparada de los precios internacionales del acero, superior al 75%, y el aluminio, así como la cerámica, el vidrio y el cemento.

Con la relocalización de muchas de sus empresas en China, la economía de la Unión Europea depende en gran medida de la economía del gigante asiático, al punto de convertirse en la locomotora que jalona su crecimiento. Muchas partes, componentes, circuitos integrados, microchips de los cuales se surten empresas europeas y estadounidenses son producidos en China, de modo que la parálisis a la que están expuestas sus factorías afectan la cadena de suministros, especialmente, tratándose de las empresas tecnológicas, repercutiendo además en sus costos y precios de mercado. Al fin y al cabo, China sigue siendo la gran fábrica del mundo.

Es patético el caso de la industria automotriz europea. Marcas tan emblemáticas para sus países como el Volvo sueco o el BMW alemán son fabricados exclusivamente en China. Sólo el 3% de los autos que circulan en Europa se fabrican en el viejo continente y actualmente importan desde China 50.000 vehículos al año. Huelga decir que China es el principal mercado para muchos fabricantes europeos.

*Amylkar Acosta Medina.
Ex ministro de Minas y Energía.
Miembro de Número de la ACCE.
www.amylkaracosta.net
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Modificado por última vez en Jueves, 18 November 2021 18:56

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