Sin energía no hay desarrollo. ¡Sí a las renovables, pero con garantías!

Sin energía no hay desarrollo. ¡Sí a las renovables, pero con garantías!

Para esta edición de Mundo Eléctrico, la cual ya se ha vuelto tradicional anualmente sobre las Energías Renovables, varias son las reflexiones que nos deja la investigación y el contenido editorial que publicamos en esta oportunidad.

Definitivamente, la primera gran conclusión es que efectivamente el futuro energético, tanto de Colombia como del mundo, está en las energías renovables, es innegable, siempre y cuando haya garantías.

El compromiso es mitigar los efectos del cambio climático que cada día se hacen más evidentes y se testimonian en el rigor de los desastres ocasionados por los fenómenos naturales. Estamos frente a un Planeta cada vez más ardiente, donde las temperaturas tienden a aumentar, tornados, tsunamis, ciclones, inundaciones, avalanchas, terremotos, migración de especies, sequías incontrolables, etc., los hechos hablan por sí solos. Este panorama con tendencia a acentuarse en las próximas décadas y siglos, es el que ha llevado a las naciones del globo terráqueo a plantearse soluciones “en serio y en serie” para tratar de amainar en algo una realidad sin reversa.

Casi todo lo que hace que el mundo se mueva, está relacionado con la energía y en ese abanico de posibilidades y soluciones, las energías renovables serán las grandes protagonistas; los ojos del mundo centran una mirada esperanzadora en las fuentes renovables, en las no convencionales, aquellas que no contaminan o que lo hacen en un porcentaje muy reducido, permitiendo que el Planeta siga funcionando bajo el concepto de la carbononeutralidad.

En este contexto, los cinco continentes, unos con mayor énfasis que otros, están comenzando a atender las necesidades de las poblaciones, con base en este tipo de energías y empezando a desplazar el uso de los combustibles fósiles tradicionales que durante décadas han llevado a la humanidad a un contraste: por un lado, a avances tecnológicos inusitados, y por el otro, a la destrucción de nuestro hogar natural, el Planeta Tierra.

Paradójicamente, durante la preparación de esta edición de Energías Renovables, nuestra amada Colombia, así como muchos otros países del Mundo, no se ha escapado a los inclementes efectos del cambio climático. A nuestra tierra la abruma una temporada seca que se ha extendido por más de 6 meses, llevando a estados históricamente críticos los embalses, tanto los de consumo humano como los de generación eléctrica, ocasionando ya racionamientos de agua, sin descartar un posible racionamiento de energía.

Paralelamente, naciones como Brasil, afrontan en este momento inundaciones inusitadas en poblaciones como Porto Alegre, donde, al momento del cierre de esta edición, se registran más de 100 víctimas mortales a causa de las violentas lluvias. Igualmente, en Michigan, Estados Unidos, se acaba de declarar estado de emergencia por los efectos de tres tornados que destruyeron viviendas y de paso quebraron en segundos varios árboles como si fueran figuras de cartón.

Volviendo al caso puntual de Colombia, la crisis del año 92 que generó un racionamiento a nivel nacional, ocasionado en gran parte por el pésimo manejo gubernamental e institucional del sector eléctrico, e intensificado por un Fenómeno del Niño (hasta ese momento el más crítico en la historia del país), llevaron al sector eléctrico al límite; se tocó fondo y por esa razón “sí o sí” fue necesario replantear las reglas de juego, obligando a descentralizar los negocios de la generación, transmisión distribución y comercialización de energía, para apuntarle a un país menos hidrodependiente en lo energético, donde las cosas empezarán a funcionar de forma más organizada, democrática, en beneficio de toda la población colombiana.

Este 2024 se cumplen ya 30 años de la sanción de las leyes Eléctrica (143) y de Servicios Públicos Domiciliarios (142) de 1994, estos marcos regulatorios, que con todo y las dificultades o errores que hayan podido presentar a lo largo de tres décadas, sí han dado frutos muy positivos y han permitido que más del 80% de la población del territorio colombiano disfrute de un servicio de energía eléctrica.

El Gobierno nacional, a través de la cartera de Minas y Energía, debería estar enfocado en revisar e implementar soluciones de fondo para mejorar el servicio, en procurar tarifas de energía más justas, concentrado en atender a ese porcentaje desatendido, especialmente de las ZNI, y en actualizar el marco regulatorio vigente, haciéndolo más acorde a la realidad… no destruyendo sino mejorando, todo esto dentro del contexto de la transición energética.

Sin embargo, estos frutos hoy se están destruyendo y se quieren desconocer por parte del Ejecutivo, dejando al descubierto un panorama no muy esperanzador. En los casi dos años de gestión del gobierno de turno y del Ministerio de Minas y Energía, han sido evidentes el estancamiento y el retroceso del sector y por ende del país. Recordemos que la energía es el desarrollo de los pueblos, sin energía no hay progreso, por tanto, la crisis que estamos viviendo desde el punto de vista climático, además del desgreño administrativo que se ha intensificado en los dos últimos años en materia energética, nuevamente están haciendo tambalear al sector y al país.

Lo anterior en realidad es bastante preocupante, porque se han dejado de emprender acciones y las pocas que se han adelantado no son acciones de fondo ni contundentes, sino pañitos de agua tibia. Evidentemente, el Gobierno nacional no está brindando señales claras ni atractivas para los inversionistas y desarrolladores de los proyectos que necesita el país. Por el contrario, se están cambiando las reglas de juego, lo cual viene espantando la inversión, ralentizando los proyectos, y desajustando totalmente los cronogramas previstos, deteriorando el servicio y aumentando las tarifas.

En la búsqueda de más argumentos, es suficiente revisar ejercicios como las subastas de energía: las que se dieron en el cuatrienio anterior fueron desatendidas en esta nueva administración y perdieron impulso, pues los proyectos no entraron a tiempo o quedaron desérticos, implicando los primeros pasos en reversa.

A lo anterior, se suma la reciente subasta realizada a comienzos de este año, la de Cargo por Confiabilidad, a través de la cual se asignaron 4.400 MW para el período 2027 - 2028, los cuales, según los expertos consultados por este medio de comunicación a través de su espacio Hablemos de Energía (YouTube), esa asignación es insuficiente para atender la demanda en los próximos años. Además, el mecanismo aplicado para ese reciente proceso de subasta pone en evidencia que no ha sido el más efectivo y necesariamente tendría que revisarse para futuros procesos.

Otra gran conclusión es que no se trata de programar una subasta por programarla y hacer unas asignaciones dentro de un evento protocolario que al final se cierra con una foto social, este no debe ser el objetivo último, pues estamos hablando de un sector netamente técnico, definitivo para el progreso del país, que requiere manejarse con ese mismo rigor, sin perder la tecnicidad, la transparencia, y la seriedad con las cuales se venía manejando desde 1994.

Otro tema que preocupa grandemente y que no podemos dejar de mencionar en este editorial es definitivamente la improvisación con la cual se viene manejando la Comisión de Regulación de Energía y Gas, pues es un total despropósito que la propia Presidencia de la República quiera asumir las funciones de este ente, creado justamente para mantener su independencia, con una estructura objetiva, robusta y netamente técnica. Prácticamente han sido dos años áridos, donde, a pesar del clamor de los agentes del sector, el llamado de la Procuraduría, la Contraloría, y hasta del Consejo de Estado, inexplicablemente la CREG sigue operando a medias, incompleta en su número de comisionados (deben ser 6), y los que llegan son vinculados en condición de interinidad; esto pareciera ser más por capricho y negligencia del Ejecutivo, para poner “el palo en la rueda” al funcionamiento de la comisión, de cuyas decisiones depende definitivamente la estabilidad energética de todo un país de más de 50 millones de personas.

Si le estamos apuntando, como lo argumentan los procesos de subasta -por lo menos en el papel que todo lo aguanta-, a que antes de finalizar 2030 nuestra matriz energética empiece a equilibrar las cargas, bajando la dependencia hidroeléctrica a un 50%, y aumentando la oferta de energías renovables para que soporten dicha matriz en un 40%, la pregunta es: ¿de la forma como se está manejando el sector, vamos a cumplir con el objetivo?

No podemos esperar mejores resultados haciendo siempre lo mismo, haciendo menos o haciendo las cosas peor. Este editorial recoge entonces la preocupación de muchos, si no todos los agentes de la cadena (Generación, Transmisión, Distribución, Comercialización y Usuarios) quienes se preguntan cada vez con más incertidumbre ¿hacia dónde va este sector y qué futuro le espera en el corto, mediano y largo plazo?

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