La Transición energética es tecnológica, no se reduce a la transición desde las energías de origen fósil (petróleo, carbón y gas) hacia las fuentes no convencionales de energías renovables (FNCER, especialmente la eólica y la solar-fotovoltaica), sino que conlleva la electrificación de la economía, así como el uso racional y eficiente de energía. La automatización de sus actividades y procesos van de la mano con la transformación digital.
La Infraestructura de Medición Avanzada (AMI, por sus siglas en inglés) es clave para la Transición, en la medida que la operación del sistema y la prestación del servicio contarán con redes y sistemas inteligentes de medición, los cuales recolectarán y analizarán la provisión y el consumo de energía por parte de los usuarios.
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